31.12.14

Cuentos de navidad 11.- El día de los Inocentes, de Rafael Gonzalo Verdugo

“Y el rey Herodes ordenó matar a todos los niños menores de dos años nacidos en Belén, con el fin de deshacerse del recién nacido Jesús de Nazareth, de quien se decía que estaba destinado a destronarle”.

–¡Qué historia más sanguinaria y más cruel! Tenemos que conmemorar este acontecimiento crucial en la pervivencia de nuestra fe. Lo llamaremos el Día de los Santos Inocentes. ¿Qué fechas quedan libres, Leonardo?
–El 28 de diciembre, Santidad. ¿Pero en qué consistirá la celebración a esta matanza?
–Pues… no sé. ¡Ah, sí! ¡Pasaremos el día gastando bromas a la gente!
(La Santa Madre Iglesia, 2.000 años demostrando sensatez y buen juicio)


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30.12.14

Cuentos de navidad 10.- Frente al espejo, de José Luis Ordóñez

Medianoche. Treinta y uno de diciembre. En el espejo, él estaba bien peinado, con un traje elegante y una sonrisa de triunfo dibujada en su rostro. Después me di cuenta. ¡Era yo! Pero no ahora sino dentro de diez años. ¿Sería posible? Desde luego, pero tendría que conservar aquel reflejo, capturarlo para siempre en una foto y así ser capaz de recordar al destino que el éxito era una realidad y no una fantasía. Sin embargo, para coger la cámara tendría que salir del marco del espejo y quizá cuando volviera ya hubiera cambiado. Eso pensaba cuando el espejo se rajó, el reflejo emergió de allí como un rayo y me cogió del cuello, impaciente.

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Madera podrida con un clavo oxidado http://www.mareditor.com/narrativa/MaderaPodrida.html

23.12.14

Cuentos de navidad 09.- Intruso, de David J. Skinner



Sonó el timbre de la puerta. Era la policía.
—Está en el salón —fue lo primero que dijo Richard al individuo alto y sombrío, de larga gabardina, que se encontraba al otro lado—. Tuve que…
—No se preocupe —respondió este, en un tono que quizá pretendía ser tranquilizador—. Connor, Johnson, id a ver.
Mientras los dos agentes uniformados cruzaban la puerta en dirección al lugar que Richard había indicado, el hombre de la gabardina clavó sus ojos en el tembloroso dueño de la vivienda.
—Soy el inspector Ramírez, hemos hablado por teléfono. ¿Qué ha ocurrido después de nuestra conversación?
Ramírez atravesó también el umbral, apartando al otro con su mano derecha. Richard cerró la puerta y comenzó a caminar lentamente hacia el interior, acompañado del inspector.
—Al principio estaba en silencio, pero poco después de colgar el teléfono empezó a soltar una retahíla de sinsentidos. Intenté no hacerle mucho caso hasta… hasta que habló de mis hijos.
—¿Les amenazó?
—Dijo que Judy se había portado muy bien este año —respondió Richard, que ya había alcanzado el salón—, y que tenía algo muy especial para ella. ¡Tiene seis años, inspector! ¿Qué clase de pervertido diría algo así?
El inspector asintió, mientras contemplaba la escena. El cuerpo de un hombre grueso y con barba, vestido con una especie de pijama rojo y blanco, yacía sobre el suelo de madera con varios impactos de bala en pecho y cabeza. Junto a él se encontraba una bolsa de iguales colores.
—¿Fue cuando lo hizo? —preguntó Ramírez.
—No, no. Le dije que se callara, que no iba a permitirle nombrar a mi hija. Y, entonces, empezó a hablar acerca de Tom. Dijo que le llevaba observando todo el año; mencionó su función teatral y también la caída que sufrió con la bicicleta. Luego, llevó su mano a la bolsa.
—Investigaremos su contenido —dijo el inspector, señalando en esa dirección—, pero, contenga o no algo peligroso, está claro que usted solo pretendía proteger a su familia.
—Si no hubiera sido por aquel aviso —dijo Richard, algo menos nervioso—, no quiero ni pensar en lo que ese cerdo les podría haber hecho.
—Es cierto, la llamada que me comentó cuando hablamos por teléfono. Lo que no me dijo es de quién se trataba. ¿Algún vecino?
—Se identificó como Mel. —Ante la cara del inspector, aclaró—: era un hombre, como le dije. Quizá no entendí bien el nombre.
—Ya da igual. Lo importante es que tanto usted como su familia están a salvo. Y, probablemente, muchas más familias.
En el exterior nevaba. Aun así, aquella escena estaba siendo observada a través de la ventana por tres silenciosas figuras. Tres hombres que miraron a Richard y al inspector, para acabar contemplando el cuerpo sin vida en el suelo del salón.
Y los tres se rieron.
 
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Cuentos de navidad 08.- El sorteo, de Iván Teruel


El coche frenó en seco y el sonido afilado de las ruedas entró como un cuchillo en los oídos de Eric. Alcanzó sus tímpanos, los sacudió, se detuvo un momento, y desde allí irrumpió directamente en su conciencia. Antes, tuvo el pálpito. El pálpito oscuro que durante toda la semana lo hizo estar mucho más nervioso que otros años. Por ese motivo salió a pasear. Porque se le hacía insoportable descontar los minutos encerrado en casa. Caminaba para distraerse. Pero el presentimiento siguió ahí. Quizás por eso, aunque se sobresaltó con el chirrido del frenazo, aunque no pudo evitar esa reacción refleja, después no pareció inmutarse. Permaneció impávido al verlos avanzar hacia él: cuatro hombres de expresión hosca, vestidos impecablemente, habían descendido del coche con gran celeridad. Cuando llegaron a su altura, dos manos firmes le sujetaron los brazos y lo condujeron al vehículo. El pálpito se hacía realidad y la realidad empezaba a adquirir un aire de pesadilla: acababa de ser apresado por las BSSN.
Las Brigadas para la Seguridad del Sorteo Nacional eran unas unidades creadas por el Gobierno para intervenir en las últimas horas del plazo establecido para la adjudicación de números de participación. Generalmente las comunicaciones se hacían por correo certificado, pero había casos excepcionales en que los programadores del sistema eran incapaces de obtener una respuesta clara con el suficiente anticipo. Estos participantes de última inclusión eran obligados a presenciar el acto en directo. Entonces intervenían las BSSN, que los reclutaban, custodiaban y conducían hasta el salón donde se celebraba el Sorteo. En el trayecto, les extendían el sobre con su número de participación.
Eric abrió el suyo. Mientras comprobaba qué número le habían adjudicado, sonó la potente sirena que señalaba la finalización del plazo para participar en el Sorteo. Entonces miró hacia fuera: apenas algún abrazo, alguna lágrima, alguna sonrisa incrédula. Ya no aquellos estallidos de euforia que al principio sacaban a la gente a la calle para celebrarlo con expresiones desaforadas de júbilo. Los ciudadanos habían comprendido que aquella sirena no deshacía el miedo. Solo lo postergaba. 
Llegaron al salón. Al entrar, Eric quedó sobrecogido por el silencio. Un silencio espeso que manifestaba un sentimiento de derrota ante lo inevitable. Dos miembros de las BSSN lo acompañaron a su butaca. En el pasillo se cruzó con algunas miradas en las que creyó reconocerse. Tomó asiento. Esperó. Y empezó el Sorteo. Se repartieron ruinas económicas, infidelidades, mutilaciones, secuestros, enfermedades terminales, atentados, incendios, abortos, paraplejias. Hasta que llegó su turno. Y en ese momento, desde los confines de un miedo indefinible que le sacudió la médula, Eric sintió que todo estaba decidido desde siempre.
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Cuentos de navidad 07.- Noche de invierno. Era navidad, de Pedro Pujante

El presidente del gobierno se acostó una
Noche de invierno. Era navidad.
Se presentó el fantasma del pasado y le dijo,
Oye, mira lo que hizo tu antecesor, supéralo
O mejor no te despiertes y no molestes más.
Luego el espíritu del presente le susurró, apresúrate a cambiar
Las cosas, ¿no ves la gente en paro, la crisis, la
Delincuencia, la educación, la inseguridad?
Para acabar el espectro del futuro le mostró
Un presidente retirado y millonario,
Viviendo, se vio, la dolce vita y
dorado por el sol en la hermosa y urbanizada
playa de un país desecho y saqueado.
… Eso sí era un buen sueño.
Cuando despertó nuestro castizo Scrooge,
Presidente del gobierno, siguió su mandato
Y no cambió ni un ápice su actitud ni su pensamiento.
Esto, lo siento, no es un jodido cuento de navidad.
 
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El absurdo fin de la realidad http://www.edicionesirreverentes.com/2099/PedroPujante.html

Juan Patricio Lombera, política, sexo y violencia

P.- ¿Qué representa en tu obra tu último libro, El asalto y la venganza?
R.- Por una parte, podemos decir que recupero temas muy presentes a lo largo de mi obra como la política (“El libertador encadenado”), violencia y sexo (“El asalto, la humillación y la venganza”) así como la omnipresencia de la muerte en nuestras vidas (“La muerte solo coge tres veces”) los cuales mezclo con una visión más intimista de la vida. En ese sentido ya no se trata de plantear soluciones universales como en “la rebelión de los inexistentes” o hacer una denuncia a una injusticia tangible como en “Bestiario chicano” sino adoptar la mirada del personaje que sufre, ya sea la injusticia político económica o la adicción al juego o al alcohol.
 
P.- ¿Dirías que esta obra marca un antes y un después?
R.- En efecto, El asalto y la Venganza marca una transición en mi obra que me permitió escribir mi novela “El péndulo familiar” donde cuento la historia de mi familia y mi propia historia. La historia como sugiere el título se divide en 2 tramas y va desde la infancia de mi abuela, mujer adelantada a sus tiempo que en plenos años 20 estudió una carrera universitaria en un México marcadamente machista y siempre fue una mujer independiente que viajó a lugares que ya quisiera yo. Esa historia va del pasado hacia el presente mientras que la historia de Patricio –especie de alter ego mío- arranca con su intento de suicidó en un hotel de Beijing para retroceder en el tiempo hasta 1968 en que mi padre, por un azar del destino, decidió no asistir a la manifestación del 2 de octubre. Si hubiera asistido como tenía planeado quizás no estaría aquí. 
P.- ¿Te resulta difícil crear un personaje literario a partir de tus propias vivencias?
R.- En este caso sí ya que me obligó enfrentarme a mis propios demonios… ¿De qué demonios estamos hablando? Concretamente de los dos peores momentos de mi vida; la muerte de mi padre estando yo aquí y sin poder despedirme y, por otra parte, la violación que sufrí a los 15 años por parte de un maestro de la preparatoria que me invitó a su casa para supuestamente ayudarme en los cursos de la preparatoria abierta que iba iniciar una vez que había abandonado mi anterior colegio. En la novela están exagerados los hechos en sí, pero en mi mente fue como si las cosas hubiesen ocurrido de esa manera y el hecho de no revelárselo a nadie no ayudó en lo más mínimo. Durante años sentí una humillación y un fuerte asqueo de mi propia persona. El hecho de haber estudiado en el liceo francés a los autores existencialistas y una visión filosófica según la cual la vida es una mierda y si eres feliz eres un idiota que no te enteras de que va la cosa, tampoco ayudó en mucho. En ese sentido “el péndulo familiar” me ayudó a perdonarme a mí mismo y, a pesar de que la realidad es muy testaruda, tener una visión más optimista de la vida.  
P.- Tú eres mitad mexicano, mitad español. ¿Cómo vas vivido el drama de los estudiantes de Iguala secuestrados y asesinados?
R.-Es un hecho que México se ha convertido en la Colombia de los noventa. En el caso de México, no se ve tan claro que el gobierno pueda ganar esta guerra – al menos ese es el sentir de mis compatriotas y golpes como el de Iguala en el que se asocian el poder político con la policía y los narcos, aunado a la incompetencia del Gobierno federal a la hora de investigar los hechos, ahondan este sentimiento. El hecho mismo de que esta vez las víctimas hayan sido estudiantes, que en su búsqueda hayan aparecido numerosas fosas clandestinas de otras personas, son un paso más hacia el abismo al que se dirige el país. Y por si fuera poco surge el escándalo de la casa blanca; casa que pertenecía a la empresa que ganó la licitación del ave México-Queretaro y que la primera dama habría comprado con los ahorros hechos en su época de actriz de telenovelas de Televisa completan esta tormenta perfecta de la degradación institucional y de seguridad que vive el país. Hasta los periódicos más aduladores de las reformas liberales y vende patrias del presidente EPN se han visto forzados a criticarlo. Claro que, como dice un amigo, si los hechos hubieran ocurrido en Venezuela Maduro habría sido tildado de genocida y de vaciar las arcas del país para satisfacer sus caprichos.
 
Los libros de Juan Patricio Lombera

 

22.12.14

Cuentos de navidad 06.- Lo que el niño de ocho años había pedido a Papá Noel, de Nelson Verástegui

Los padres de Pedrito se sentían impotentes. No sabían cómo averiguar lo que el niño de ocho años había pedido a Papá Noel. Cuando lo invitaron a escribir la carta, contestó que ya la había enviado por el buzón del correo camino de su escuela. Estaba aburrido de que sus compañeritos se burlaran de él por creer en Papá Noel y había decidido pedirle algo muy diferente en secreto.
En realidad nunca había recibido exactamente lo que pedía. Nunca eran como los juguetes soñados. Una vez le trajo un saco de paño que no había pedido y que días atrás una tía se lo había medido en un almacén disimuladamente. Él lo reconoció pero todos le aseguraron que este sí era de Papá Noel. Pedrito esperaba impaciente. El cuento de que había escrito y enviado la carta era mentira, pero no importaba.
El día esperado había un regalo bajo el árbol de Navidad con una carta; los dos de Papá Noel. Decía que como no había entendido bien la letra, había tratado de adivinar el regalo, que ojalá le gustara, que Papá Noel no era mentira sino una forma de decirle cómo lo querían sus padres y que le serviría para desarrollar la imaginación para la vida adulta.
Pedrito reconoció de inmediato la escritura de su madre y la máscara de monstruo que le había gustado tanto unas semanas atrás pero que su padre no había querido comprarle. Pedrito había pedido mentalmente al Papá Noel que le enviara una prueba tangible de si existía o no. Como vio que su deseo se había cumplido, ahora estaba seguro de que Papá Noel SÍ existía.

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Las seis y una noches  http://www.edicionesirreverentes.com/narrativa/Verastegui6noches.html 
El baúl de Napoleón http://www.edicionesirreverentes.com/Cercanias/verastegui.htm 

Cuentos de navidad 05.- Un papá Noel cualquiera, de Óscar Fernández Camporro

¡Aaaaahhhhhh…!
¡Hum…, huuuuummm…!
¿Qué…, qué suena…, qué es eso?
¡Uf, joder, es el despertador!
Me giro y…, y noto que mi cabeza no está en su sitio.
Alargo el brazo y apago el despertador.
Mi cabeza…
Hago un esfuerzo y me siento.
¡Uuuufff…, mi cabeza…!
Ya…, ya recuerdo… Vagamente, pero recuerdo. Anoche me acosté tarde. Ese garito, esas guarras, esas copas…, esos amigos… ¡Menudos cabrones! A estos no hay manera de tumbarlos. Este grupo es muy peligroso, a estos no hay manera de tumbarlos… Con otros amigos que suelo ir de juerga, no pasa nada, son tranquilos..., pero estos…  Creo…, creo que montamos bronca, que…, ¡oooh, por Dios, cómo me duele la cabeza!
Anoche…, cuando volví a casa…, se me olvidó completamente desconectar el despertador. ¡Claro, coño, cómo iba a acordarme!... Y menos mal, porque hoy tengo mucho qué hacer.
Hoy es un gran día.
¡Es el cumpleaños de mi hija!
Seis.
Seis años ya.
¡La hostia, cómo pasa el tiempo!
Hoy…, hoy no es día de visita, pero he convencido a mi mujer para que me permita recogerla en el colegio. Iremos a comer a una hamburguesería de las que le gustan… ¿O no le gustan?... No sé…, espero que sí, a todos los niños les gustan las hamburguesas, ¿no?
Mi…
Uuff…, mi cabeza.
Necesito despejarme.
Vamos, chaval, levanta el culo.
Lo levanto. Y me visto con ropa de deporte. Una carrerita me ayudará a eliminar el alcohol. Pero una corta, ¿eh?..., de quince minutitos, no más, no de cuarenta, como las mañanas. Hoy solo diez, con eso bastará para despejarme.
Salgo a la calle.
¡Coño, qué frío!
A correr.
Todo nevado. Claro, estamos en navidad y hace un frío del carajo. Luego me pondré el traje de Papá Noel. A mi hija le hará ilusión verme disfrazado…, seguro…, ¿o no?... Bueno, espero que sí, Papá Noel gusta a todos los niños, ¿no?
Sigo corriendo.
Echo de menos a mi hija. Y a mi esposa también… Mejor dicho, a mi exesposa. Hace ya un año que me dejó. Y no lo entiendo, de verdad que no lo entiendo. Me recriminaba cosas, me hablaba de no sé qué…, que si de cariño, que si de respeto, que si de compromiso, que si de mi oficio…
¡Joder, pero qué coño quería de mí!
Yo las cuidaba, cuidaba que no les faltara de nada, siempre les daba dinero cuando me lo pedían, nunca negué unos billetes a mi esposa…, a mi exesposa. Y…, y a cambio…, ella solo tenía que aguantar unos cachetes mientras follábamos… ¡Unos cachetes de nada, por amor de Dios!... Se trataba de un jueguecito amoroso…, pero ella…, allí…, tumbada…, ¡joder, como si fuera de plástico!... La muy…, la muy zorra.
¡Que no, coño, que no lo entiendo!
Y para colmo, la muy zorra se larga de casa con la niña para arrejuntarse con el tipo ese…. ¡Pero, joder, si es policía!... Y, además, es el mismo poli que me enchironó hace cuatro años. Me pasé dos a la sombra sin ver a mi hija… ¡Menudo cabronazo!... Me quitó la libertad para robarme a mi familia. Y mi ex se cree que ese poli las va a tratar mejor que yo… ¡Y una mierda!
Sigo corriendo.
Me duele la cabeza, sí, pero creo que es por el frío.
Ya se me está pasando un poco.
Pero ya no puedo más.
Vuelvo a casa.
Trotando.
Llego.
Entro.
Me ducho.
Me visto.
Desayuno.
Cojo todas mis cosas y salgo a la calle.
Entro al coche.
Conduzco.
Mi hija…, seis años ya.
Sé que me quiere. Y yo la quiero a ella. La verdad es que no habla mucho, a mí no. Pero a veces me cuenta cosas del poli ese como si él fuera su padre… ¡Y una polla, su padre soy yo, no te jode!
No importa…, no importa…
La sorprenderé con mi disfraz de Papé Noel e iremos a comer. Luego la llevará a una juguetería para que elija lo que quiera… Todo lo que quiera… ¡Coño, soy su padre, nunca la faltará de nada!
Sigo conduciendo.
Aparco a dos calles de la cafetería.
Me cambio de ropa dentro del coche: el relleno para la barriga, el abrigo rojo, las botas negras, el cinturón, la barba blanca y el gorro rojo… Y las manoplas, también rojas.
Me miro en el espejo retrovisor.
¡Jo…, jo…, jo!
¡La hostia, pero si ese es Papá Noel!
Clavadito.
Irreconocible.
¡Jo…, jo…, jo!
Salgo del coche.
Camino.
Llego a la puerta de la cafetería.
Echo un vistazo a través de la cristalera.
Entro. Bien. Hay poca gente.

Ahí está. Solo.
Como todos los días a esta hora.
Me acerco a él.Meto la mano por debajo de mi chaqueta.
Me mira.
Saco mi pistola.
Se levanta.
–¡Jo, jo, jo!
Le pego cuatro tiros en el pecho.
Gritos.
Me doy la vuelta y salgo del local.
Me alejo.
Los gritos se apagan.
Sigo caminando.
Me aseguro de que nadie me sigue. Pero justo enfrente, hay otro Papá Noel… ¡Anda la hostia, qué suerte!... Aunque mi disfraz es bastante mejor. Quizá ese tipo tenga una hija… Me gustaría que la tuviera y que pudiera disfrutar de ella todos los días… Bueno, todos no…, solo los días que él quisiera. Nos cruzamos.
–¡Jo, jo, jo!
–¡Jo, jo, jo!
¡Je, je, qué cachondo!
Miro el reloj… ¡Coño, qué tarde! Ya me estará esperando en la puerta del colegio
Llego al coche.
Me monto.
Arranco.
Conduzco.
Miro el reloj.
Llegaré en media hora. Seguro que me regaña por mi impuntualidad…, otra vez.
No importa. Lo único que me importa es que voy a pasar unas horas en compañía de mi única hija.
¡Joder…, Dios…, Papá Noel…, y todos los Santos…!
¡Cuánto quiero a mi hijita!
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Regresa a Riverthree http://www.mareditor.com/narrativa/Regresa_Riverthree.html 

Platero de los belenes, de Julio Fernández Peláez

Platero es pequeño, peludo, suave.
Platero es tan tierno que hace las delicias de los visitantes a belenes públicos, esos que en todas las ciudades se colocan para que los niños y sus padres se aflijan con la llegada de unas fechas del todo entrañables y piensen que no todo es anuncio, lotería y bombillita inútil.
Platero es tan sensible que permanece reflexivo frente al mal aliento de quienes no paran de decir tonterías después de tomarse un par de vinos en la taberna de un amigo.
Platero es tan dócil que se deja montar por los salvajes que para hacerse una autofoto se suben sobre el lomo de los burritos de los belenes hasta reventarnos antes de darle al clik y decir: “Patata, burrito, di patata”.
Platero es tan bueno que cuando alcanza el cielo después de agonizar durante 3 días seguidos con los huesos que no tiene aplastados por más de cien kilos de grasa estúpida, no dice nada, y no se caga en la Navidad ni en la pavisosa figurita del tonto del niño Jesús, ni en la madre que lo parió y el calzonazos de su padre, ni en los reyes católicos que no traen más que mierda al establo, ni en la estrellita de papel de aluminio, ni en las ovejitas, patitos, camellos y demás fauna condescendiente que con tal de tener un papel secundario en la función, y poder renovar el contrato año tras año, permanecen inalterables e inconmovibles ante tanta injusticia en el mundo, como si las únicas cosas vivas y con sentimientos de todos los belenes fueran precisamente los ignorantes burritos plateros como yo.
Si te ha gustado el relato, puedes leer otros textos de Julio Fernández Peláez
Manifiesto capitalista para destrozar corazones http://www.edicionesirreverentes.com/teatro/ManifiestoCapitalista.html 
Filamentos de tiempo http://www.edicionesirreverentes.com/teatro/Filamentos.html

19.12.14

Cuentos de navidad 03.- Estrella de navidad, de Adrián Tejeda

Todo sucedió un poco antes del solsticio de invierno.
            Apareció de repente, de la nada más bien: Una luz radiante en el cielo que lo iluminaba todo, un  brillo expansivo en el firmamento. Su paso, fugaz como la vida misma,  a penas duró unos segundos,  los suficientes como para quedarse prendando, tanto como para no importarle esperar otros cincuenta años con tal de poder encontrarse de nuevo.
            El tiempo pone a todo en su sitio, eso dicen, aunque en su caso, la espera sirvió para ayudarle a controlar  su propia esencia, la materia que formaba parte de su ser, y el amor imposible que día a día iba naciendo en su interior, la energía necesaria para que obrase el milagro: diluirse en partículas infinitas, volar como motas de polvo en el aire al paso de las caricias de una ráfaga de viento, y finalmente, poder unirse con ella, la estrella del norte que había cambiado su vida para siempre.
Si te ha gustado el relato, puedes leer otros textos de Adrián Tejeda

18.12.14

Cuentos de Navidad 02.- Un cuento de navidad, de Félix Díaz

Rudolph, el reno jefe, fue corriendo a llamar al Jefe
—¡Santa! Aquí hay tres señores que quieren hablar con usted.
—¡Quien cojones me viene a molestar ahora! ¡Esta misma noche tengo que empezar el reparto, ¡carajo!
En la puerta del Claus’ Palace se plantaron tres monarcas, cada uno con su escolta de seguridad. Los tres grupos de soldados se apostaron, prestos a proteger a cada uno de los Reyes Magos.
Ante semejante despliegue de armamento, Santa se alarmó.
—¿Qué cojones pasa aquí? ¿Un golpe de estado?
Uno de los reyes se adelantó, protegido por cuatro hombres vestidos de caqui y con chaleco antibalas, armados con enormes fusiles ametralladores.
—Tranquilo, Santa, soy Melchor. Es que de donde venimos hay que tomar todas las medidas de seguridad posibles, los mujaidines están dándonos por culo. Disculpa a nuestras escoltas, pero por el camino nos han molestado bastante.
—Vale, ahora lo entiendo, pero aquí no hay peligro. Me ponen nervioso todos esos soldados.
Melchor hizo un gesto, sus dos compañeros asintieron y la escolta militar se apartó. Santa Claus respiró aliviado.
—Bien, ¿qué se les ofrece? Esta noche es Nochebuena y tengo trabajo, como imagino que sabrán ustedes, majestades.
—Claro que sí, y de eso queríamos hablar. Nos estás quitando el trabajo, pues lo niños prefieren pedir los regalos al principio de las vacaciones y no al final como es nuestro caso.
—Yo no tengo la culpa, majestades. No puedo hacer nada.
—Lo harás —concluyó Melchor e hizo un nuevo gesto.
Los soldados tomaron sus armas y entraron en tromba en el palacio de Santa Claus.
—Estás secuestrado —anunció Melchor—. Revisaremos todas las cartas que has recibido y verificaremos que a todo el mundo le queden pendientes la mayor parte de los regalos para el 6 de enero. Tú sólo repartirás las chucherías que mantengan entretenidos a los críos hasta que lleguen nuestros regalos.
Baltasar y Gaspar se acercaron.
—¡Y como protestes no te dejaremos ni siquiera repartir las chucherías! —exclamó el rey negro.
—Mejor protesta, así me podré comer a tus renos —añadió Gaspar, mirando con gula a los animales.
Rudolph defecó en la nieve. Estaba asustado.
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17.12.14

Cuentos de Navidad 01.- Vente a casa por navidad, de Andrés Fornells

Esperancita Cansada tenía novio. A ninguno de cuantos la conocían extrañaba este detalle porque Esperancita era de hermosa que verla alegraba la vista, despertaba el tambor del corazón y levantaba a la máxima altura la libido de quienes la tienen en sumo grado de funcionamiento.
El novio de Esperancita se llamaba Julito Desganado y poseía una gran ventaja sobre los feos, y era una hermosura física de esas que impulsan a las mujeres buenas receptoras a abrir lo que tienen cerrado y a permitir le estrenen lo que nadie les ha estrenado todavía.
Julito viajaba mucho, una actividad bastante normal en todo aquel que ejerce la profesión de viajante. A Esperancita la tenía altamente mosqueada que él viajase tanto y que en sus regresos de los viajes trajese manchas de pintalabios en los cuellos de sus camisas y algún que otro cabello rubio pegado en sus ropas (Esperancita tenía su abundante pelambrera azabache como los sobacos de un grillo que ha vivido toda su vida en una mina de carbón) y estos detalles sospechosos la ponían muy furiosa, aunque Julito lo justificara conque por lo atractivo que era, las féminas se arrimaban a él y, antes de darle tiempo a huir de ellas, dejaban sobre su irresistible persona aquellas “cochinadas”.
Esperancita, que empezaba a estar de Julito hasta el moño más íntimo, le advirtió que si no volvía a casa por Navidad para pasar ésta con ella, que la olvidase igual que Goya se olvidó de Dios cuando la mujer que más había amado en su vida, se olvidó de él. Todos sabemos que los malos cristianos le echan las culpas al Creador de todo aquello que no les sale todo lo bien que ellos desean.
Julito no pasó la Navidad con Esperancita. Esperancita se molestó muchísimo. Esperancita lloró esas malditas Mil y una lágrimas que tanto les duelen a las mujeres que aman, lo que no está escrito.
¿Y quién estaba junto a ella, junto a Esperancita para consolarla? Perfecto, habéis acertado plenamente. Y, quién habéis acertado en vuestra maliciosa suposición, le demostró a Esperancita que no son los más guapos los que la sabía naturaleza ha premiado con dones que ninguna hembra ardiente y ávida de sentirse plena al máximo ha sabido nunca rechazar.
Moraleja: Todo hombre que no cumple la promesa dada a la mujer que lo ama, que se prepare a llevar en su frente ese estigma que no es característico de los de su especie sino de la especie que, a menudo, muere en las plazas de toros.
 
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10.12.14

Entrevista a Juan García Larrondo por la comedia Agosto en Buenos Aires

P.-¿De qué trata Agosto en Buenos Aires?
R.- Es una comedia de enredo -clásica en estructura pero creo que innovadora en su argumento- que narra la historia de una pareja de chicos que ponen su casa en alquiler, antes de marcharse durante un mes al Río de La Plata. Casualidades de la vida, son dos argentinas –madre e hija- quienes alquilan finalmente el piso. Por un cambio de última hora, los hombres deben suspender el viaje y, a regañadientes, acaban decidiendo convivir los cuatro juntos en el piso durante el mes de agosto. Lo que, al principio, parece ser una experiencia divertida, de intercambio cultural entre dos mundos diferentes, en realidad, termina convirtiéndose en una pesadilla. La madre, una olvidada diva de la ópera con poderes paranormales y de ideas bastante retrógradas, hace uso de sus malas artes para conseguir que uno de los chicos se enamore, mediante hechizos, de su hija, que es una joven acomplejada y que, además, acaba de quedarse embarazada de un alto cargo del gobierno de Argentina. Todo se complica cuando los antepasados de la matriarca se le aparecen desde la ultratumba para tratar de frenar el aquelarre y recordarle las cuentas pendientes que mantiene, no ya solo con los vivos, sino también con sus familiares fallecidos. En realidad, es un melodrama que se mueve entre dos mundos, entre lo cómico y lo trágico pero, en el que, al final, todos acabarán comiendo perdices, cada cual en el mundo que le pertenece.

P.-¿Cómo nació esta obra?
R.- Al principio como reacción o, incluso, como poética venganza. Nunca he ocultado que mi biografía se desangra más de lo debido en casi toda mi obra literaria. Confieso que, detrás de este palimpsesto, se transparenta un anhelo de hacer, en ficción, lo que la realidad a menudo me negaba. Me apetecía escribir una historia sobre hombres que se amaban y necesitaba que esa aventura acabara felizmente, cosa que no era muy habitual ni en el cine ni en el teatro de la época en que esbocé la primera versión del texto, más o menos a mediados de los 90. Tampoco es que ahora esto sea un cuento de hadas. Pero, bueno, a veces apetece reírse un poco mientras se atraviesa el valle de lágrimas.

 P.- Vista la obra con perspectiva, ¿No resulta curioso cómo ha cambiado la forma de ver la homosexualidad y en un tiempo que –históricamente- podría considerarse breve?
R.- Siempre he preferido no poner adjetivos a los afectos y raramente suelo referirme con ese tipo de palabras al hablar de las personas del mismo sexo que se aman o se sienten atraídas. Evito usar determinados términos de forma deliberada porque nunca me ha gustado ponerle nombres a los afectos, ni distinguirlos, ni amortajarlos bajo ninguna bandera. Lo que conocemos desde el siglo XIX como “homosexualidad”, en realidad, es solo un concepto  reduccionista y creado ex profeso para definir una “anomalía” que, en lo esencial, por el mero hecho de existir como término, es en sí peyorativo, diferenciador y exclusivista. Lo que cambian son las modas, las visiones e, incluso, la memoria. Ahora todo parece más “normal”, más visible, incluso más “moderno” y, qué duda cabe, al menos las leyes han dado pasos de gigante para garantizar que las minorías puedan ampararse en leyes y en derechos para protegerse de la barbarie, la intolerancia y poder escribir obras como esta sin que tenga que pasar absolutamente nada. Cuando escribí de nuevo “Agosto en Buenos Aires”, en el año 2013, tuve que modificar algunos pasajes que se habían quedado obsoletos pero, si lo sopeso bien, solo en determinados aspectos formales. La “normalidad” que defendemos y el cambio verdadero solo será real cuando dejemos de hablar sobre el tema y no tengamos que justificar nada ante nadie. Como dice el refrán: el corazón tiene razones que el corazón no “entiende”. Y ni falta que hace que las entienda.

 P.- Las mujeres de esta obra son muy peculiares y más su relación con los muertos. ¿Nos la explicas?
R.- Otro sambenito. Siempre me han dicho que conozco bien el universo femenino y que suelo construir personajes para mujeres que no parecen haber sido escritos por un hombre. Sin embargo, como antes explicaba, intento huir constantemente de los tópicos de género, valga el personaje de “Celeste Flora” como ejemplo. En esta obra es cierto que hay algo “paródico” en los roles de Aurora y de Hiperbórea, como lo hay también en el resto del elenco masculino. Son estereotipos poco creíbles, incluso sus motivaciones son meramente anecdóticas. El personaje de la madre, con poderes sobrenaturales y de sobrepeso, cantante de ópera venida a menos y, para colmo, de ideología reaccionaria, es pura pantomima: una impostura forzada para buscar la risa fácil. Su capacidad para hacer magia –o, en su caso, brujería- y para poder ver a los muertos es lo que realmente al final la salva. A ella y a la hija, pues ambas son clarividentes por estirpe. Aún así, tampoco es la primera vez que, en mi obra literaria, los muertos vuelven a la vida para salvarse -o para suicidarse y morir de nuevo- como en el caso de “Mariquita aparece ahogada en una cesta” o en “La cara okulta de Selene Sherry”. De hecho, Hiperbórea es hermana de Meteora, uno de los personajes principales de esas “Comedias Selektras” principalmente protagonizadas por mujeres en absoluto convencionales. Igual llevo toda mi vida escribiendo sobre “ángeles” y todavía no me he dado cuenta.

P.-¿Cuáles son los requerimientos técnicos y de actores para representar Agosto en Buenos Aires?
R.- Los personajes protagonistas de la obra son cuatro, dos hombres y dos mujeres. Luego hay varios personajes secundarios que, de cara a un posible montaje, quizás podrían ser interpretados por otros cuatros actores y, salvo las escenas de apariciones fantasmales, que son pocas, todo el argumento se desarrolla en el interior de una torre mirador de Cádiz. Un Cádiz, eso sí, utópico y de fantasiosas coordenadas. No creo que sea una obra que requiera ni de un montaje complicado ni de un gran despliegue de medios, como suele ser lo habitual en casi toda mi producción dramática. Es un melodrama de tres actos, en la línea de las comedias costumbritas de Arniches o Pedro Muñoz Seca. El reto es representarla sin que lo parezca.

 P.-En la entrega del Premio El Espectáculo teatral y la presentación de Agosto en Buenos Aires participaron Pedro Víllora y Juan Carlos Pérez de la Fuente. ¿Cómo viviste el momento?
R.- Sumamente emocionado, como no podía ser de otra forma. Para mi fue un honor y un regalo compartir mesa con profesionales de esa talla. Víllora, que fue el autor premiado en la edición del año pasado, me sacó los colores dedicándome unas hermosísimas palabras y a Juan Carlos fue un placer volver a reencontrármelo después de tantos años. Más que un premio, ha sido un regalo inesperado y en un momento muy especial de mi vida. Y me encantó que, al mismo tiempo, galardonaran también a Ediciones Irreverentes con el premio a la Mejor Labor Editorial del año. Cualquier reconocimiento a la obra de un creador supone un impulso, una toma de conciencia de que lo que haces puede gustar a otros. De hecho, en un momento dado, te facilita creer más en ti mismo. Todos necesitamos un empujón a nuestro trabajo para seguir dedicándonos a esto con ilusión y con ganas. Mi más sincero agradecimiento a todos los que me han permitido poder tocar un sueño cuando apenas lo esperaba.

P.-¿En qué lugares ha sido representada tu obra? 
R.- Para ser un autor afincado en las provincias, mis textos han sido representados en más lugares de los que jamás habría imaginado. Creo que he sido muy afortunado en ese sentido. Mi obra ha llegado a prestigiosos festivales internacionales de Estados Unidos, Argentina, Venezuela, Brasil, Colombia, Chile, Uruguay… y a muchos otros sitios de España, como Madrid o Barcelona. Pero, sobre todo, mi voz se ha escuchado profusamente en Andalucía gracias al trabajo de varias compañías. Si no “profeta”, sí que he tenido la fortuna de ser “evangelista” en mi propia tierra y, algunos de mis textos, como “El Último Dios”, “Al Mutamid” o “Celeste Flora” han visitado muchos teatros de todo el Sur. Con el Centro Andaluz de Teatro, por ejemplo, también llegué a colaborar frecuentemente en varios espectáculos colectivos como “Los siete pecados capitales” o adaptando la obra de Albert Camus “El estado de sitio” hace un par de años. Cuando otros profesionales del mundo escénico nos estrenan, en realidad, los autores perdemos el control de nuestras palabras. En ese sentido, he sido un dramaturgo muy bien tratado. Y eso que mi teatro no es del que sea fácilmente representable y, menos, en estos tiempos, donde los medios escasean, las funciones no pueden durar más de una hora y, para colmo, el elenco de actores y la escenografía deben caber, como dice mi amiga Kiti Mánver, dentro de un coche para abaratar costes de gira. Tarde o temprano los espectadores acabarán cansándose de tanto monólogo y de tanto “microteatro” y volverán a producirse grandes dramas corales como los de antaño. Espero seguir en activo para entonces, por que aún tengo por ahí algún que otro “peplum” que estrenar con todo lujo de despilfarros…

P.-Para quienes no te conozcan, como autor ¿qué autores pueden haberte marcado a la hora de crear tu estilo literario?
R.- Qué difícil responder. ¡Serían tantos! Principalmente Lorca, Valle, Calderón, Beckett, Koltés y, en general, todos los clásicos. Soy un autor muy influenciable y por cualquier tipo de género literario. Depende de la época, del momento en que un libro llegue a tus manos…Escritores como Marguerite Yourcenar, Borges, Unamuno, Poe, Teresa de Mello, Albert Camus, Brecht o, incluso, Agatha Christie o Julio Verne han sido cruciales en mi vida y, por ende, en la forma en que he ido escribiendo posteriormente algunas de mis obras literarias, no exclusivamente teatrales. El estilo aparece y desaparece, en ocasiones, y nunca deja de formarse. He tenido, además, la suerte y la desgracia de ser bibliotecario durante años. Suerte de poder elegir todo tipo de lecturas y desgracia de ver cuánto se escribe y no tener años de vida suficientes para leerlo todo. Hoy en día, los escritores ya no reciben ni tantas influencias de obras literarias ni tampoco de la Literatura, como nos pensamos. No hay tiempo ni espacio para procesar la sobredosis de información que recibimos. Los manantiales de creatividad empiezan a agotarse. Me asusta que perdamos inventiva, imaginación, que no estemos siendo originales y que, en el fondo, llevemos tiempo reescribiendo lo que otros ya escribieron antes. La mejor influencia es la que nadie nota. No hay peor enemigo para la fantasía de un creador que la realidad de su propia época contada en un telediario y querer escribir luego sobre ello.


P.-Aunque eres un autor multipremiado, vives lejos de la capital y eso puede influir en la forma de difundir tu obra teatral. ¿No crees que quizá habría que hacer algo institucionalmente para facilitar la difusión por toda España de las obras de los autores que vivís en la periferia?

R.- Por supuesto, pero ¿cómo? Recuerdo que, hace años, nos reunimos varios autores andaluces en la Sala Olimpia de Madrid para reivindicar, en un acto simbólico, nuestra presencia en los escenarios madrileños. Juan Carlos Pérez de La Fuente estaba allí con nosotros, precisamente. Tan solo en la capital, actualmente el número de dramaturgos en activo es incontable e, incluso, inasumible para los medios y espacios de que se disponen. A los que nos dedicamos a escribir también guiones televisivos nos pasa exactamente lo mismo. No hay series, ni trabajo, ni compañías para todos y, por otro lado, asistimos a un momento en que, además, hay infinidad de autores jóvenes emergentes provenientes de las Escuelas de Arte Dramático de toda España o esteparios que crean a su albedrío. Las obras teatrales se amontonan en cajones, en comisiones de lecturas de los teatros públicos o en los correos electrónicos de las pocas y heroicas editoriales que sobreviven publicando textos dramáticos. Si, encima, no vives en Madrid, no te mueves por la villa y corte como pez en el agua o no eres un autor de moda, ¿cómo pretender que te estrenen sin tirar la toalla en el intento? Naturalmente que las instituciones estatales deberían compensar las ayudas a la creación, los estrenos y la difusión de los mismos descentralizando un poco sus ámbitos de actuación, pero no sabría con qué criterios ni si sería proporcionalmente justo. Sobre todo por que, en este país, si no estrenas en las grandes ciudades, si no sales en la prensa nacional o si no estás bien relacionado en los ambientes teatrales, aunque poseas un gran talento, en realidad, ni siquiera existes. Es como una tómbola en la muchos matarían por ser amigo de alguien que trabaje en la televisión o en alguna institución cultural pública. La situación en la periferia es, si cabe, mucho más triste. En Andalucía, por ejemplo, que es una comunidad enorme donde sobrevivimos también como podemos otras decenas de autores, el bucle se repite: si tienes la suerte de estrenar algo en una localidad remota pero no se hacen eco de ello las hemerotecas de Sevilla, sigues siendo igual de invisible. Las instituciones están bloqueadas, paralizadas, sin presupuesto. La crisis lo ha parado todo. Conozco a muchos profesionales y amigos que lo están pasando verdaderamente mal y, desgraciadamente, tanta adversidad no agudiza más el ingenio. Eso es una infamia. A veces me da hasta pudor confesar que, en mi caso, creo haber tenido una gran suerte. Yo no solo vivo en la periferia: vivo en la tangencia de todo, a seiscientos kilómetros de la presentación de un libro, de un estreno aunque no sea mío, de una lectura dramatizada o de una mesa redonda con los compañeros de la Asociación de Autores de Teatro. No trabajo ni más ni menos que cualquier otro dramaturgo de España, ni creo ser ni mejor ni peor que muchos. Pero, ante la vorágine y la realidad, lo mejor es no rendirse ni perder el equilibrio. Escribir es lo único que creo hacer más o menos bien y, para hacerlo, hay que perder algunos trenes o hay que llevarse el portátil viajando en turista hasta Madrid o las Antípodas las veces que hagan falta. Es lo bueno y lo malo que tiene vivir de la farándula, que hay que saber pecar y hacer milagros al mimo tiempo.

5.12.14

Somos idiotas porque es lo más inteligente en La Escalera de Jacob, diciembre de 2014


La compañía Martelache re-estrena mañana, sábado, 6 de diciembre, a las 22,30h la comedia Somos idiotas porque es lo más inteligente, con Chema Rodríguez-Calderón y Marta Ochando. Será el sábado 6 de diciembre a las 22,30h en la sala madrileña La Escalera de Jacob. Somos idiotas porque es lo más inteligente es un retrato irónico, cómico y alocado sobre el mundo de las relaciones personales: una pareja de artistas decide separarse del mismo modo que ha vivido toda su vida, sobre el escenario. Repasarán su vida ante el público y esto dará lugar a situaciones divertidas y por momentos delirantes, que harán disfrutar sin duda a todos los espectadores. El nuevo montaje forma parte de la exitosa Trilogía Idiota de Chema Rodríguez-Calderón, editada por Ediciones Irreverentes, una serie de comedias independientes entre sí, pero con un denominador común: el humor ácido. La trilogía comenzó en 2002 con el estreno de Idioteces profundas contadas por imbéciles inteligentes, un montaje desternillante que se programó en la Sala Triángulo ininterrumpidamente durante más de diez meses, y recorrió escenarios dentro y fuera de España durante tres temporadas. Comedia idiota con título absurdo e Idioteces profundas contadas por imbéciles inteligentes, las dos primeras entregas de esta trilogía, cuentan en su haber con más de 200 representaciones, 20.000 espectadores y cuatro premios en festivales de teatro. Se han visto dentro y fuera de España, en Argentina, Chile, Salvador o Nicaragua, por ejemplo.

2.12.14

Entrevista a Antonio Nieto Aguilar, autor de la obra “Propaganda”

P.- ¿De qué trata Propaganda?
R.- Propaganda se desarrolla en Bolonia y es la historia (ficticia) de un artista, Angelo Lamento, trabajador para el régimen de Mussolini que ve cómo su arte ha derivado en instrumento para la represión, el adoctrinamiento y el culto a la personalidad. Las relaciones con su mujer, sus amigos... Empiezan a resquebrajarse, mientras sus sueños, cada vez más inquitetantes, le indican por dónde debe empezar desde cero. Es así, como ambas dimensiones, la real y onírica, empiezan a fundirse durante la obra, para concluir que a nuestro principal protagonista le será muy difícil dejar atrás su vida anterior sin consecuencias graves para su persona.

P.-¿Cómo nació esta obra?
R.- Se escribió hace unos siete años, de la necesidad de reflexión (¿hasta donde la necesidad de perpetuarnos?¿de divulgarnos?) y también de las imagenes mentales que conseguía entresacar de algunos sueños. La leyenda del hilo rojo, presente en la mitología china, ayudó a deshacer algunos nudos en la trama, y la escucha de discos de Caruso, tarantelas, blues y jazz, a configurar la atmósfera del texto.

P.-¿Se puede buscar una cierta relación entre el bien o el mal en la relación entre los personajes principales de la obra?
R.- Pienso que, más que el bien y el mal, es una obra de gente que busca justicia en un mundo absurdo. Cesare piensa que el mundo tiene una deuda hacia él por lo que le pasó en la I Guerra Mundial. Laura, la dueña del café Aldobrando, representa la resistencia ante el fascismo, y de alguna forma, necesita, aunque no lo pida, del apoyo de los demás. Angelo y Sandra son un matrimonio que antes eran 'uno', y ahora todo ha devenido en viejas deudas. El hecho de pensar que el mundo tiene un sentido les ha acarreado un sufrimiento infinito, pero como dijo el abuelo en La Princesa Prometida: '¿Y a ti quién te ha dicho que la vida sea justa?'

P.- ¿Hay un paralelismo entre los tiempos del fascismo que muestras en tu texto y la corrupción actual basado en la idea de “dejarse llevar” para ser aceptado y poder encajar en la sociedad?
R.- Sí, el ser humano cambia poco en ese sentido. No somos tan gregarios como las abejas, pero casi. El problema de 'dejarse llevar' en tiempos del fascismo es inseparable del 'dejar hacer' a los corruptos de hoy, para que triunfe el mal basta con que la gente decente no haga nada, que decía Burke. Para una cierta tranquilidad/seguridad basta con que dejemos hacer al establishment, ellos ya se encargarán de decirnos que es 'por nuestro bien'.

P.-¿Cuáles son los requerimientos técnicos y de actores para representar Propaganda?
R.- Pasión, imaginación y compromiso. Un buen equipo de luces tampoco viene mal.

P.-¿En qué lugares ha sido representada tu obra? 
R.- Básicamente la hemos representado muuco menos de lo que nos hubiera gustado, pero estamos en ello. La estrenamos en el Teatro Alameda de Sevilla, con ayuda de la Universidad de Sevilla, a la que le agradezco en nombre de la garnacha el apoyo prestado al proyecto; en el Teatro Gutiérrez de Alba de Alcalá de Guadaira (Sevilla); en la Escuela de Artes y Oficios de Sevilla (un artista como Angelo no merecía menos). También nos la llevamos a Málaga a la Casa Invisible, donde la representamos al aire libre. Cómo anécdota, se introdujo un perro en el escenario, y no lo hizo nada mal, incorporó rápidamente las motivaciones de los protagonistas.


P.-Para quienes no te conozcan, como autor ¿qué autores pueden haberte marcado a la hora de crear tu estilo literario?
R.- Es bastante heterogéneo. Cuando escribí la obra el influjo metafísico de los Heterónimos de Fernando Pessoa (que acabábamos de representar con el grupo) estaba ahí. Oscar Wilde y su Retrato de Dorian Gray. John Webster y su Diablo Blanco, llenándome la boca de sangre. Albert Camus y Los Justos. Pero para rebajar la tensión al escribir, amo la ironía y el surrealismo de un Mihura o un Jardiel Poncela. Porque al poner a la humanidad frente a sus contradicciones, representan algo que para mi es lo más fundamental: ternura. 

Ediciones Irreverentes, Premio a la mejor labor editorial 2014, de la AAT http://www.edicionesirreverentes.com/newReportajes/reportajes/ediciones_irreverentes_mejor_labor_editorial.html